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Posted by - Latinos MediaSyndication -
on - June 11, 2023 -
Filed in - Noticias -
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Tanto en Internacional como en Fugas resultó complicado encontrar obras totalmente redondas. Es más, echando una ojeada al Palmarés nos encontramos con un buen puñado de títulos que partían de ideas espléndidas, pero que luego no conseguían sacarle todo el partido a sus brillantes planteamientos. Por otro lado, en las proyecciones sobrevolaba la misma y repetida sensación: la selección de títulos, sobre todo la Internacional, no se caracterizaba precisamente por la alegría. Muertos vivientes, pueblos y municipios deprimidos, enfermedades degenerativas… Incluso hubo una sesión dedicada específicamente a la muerte. Nada que objetar a la selección de trabajos de temáticas y tratamientos terribles, sombríos y desagradables, pero me consta que hay documentales de otros ámbitos que también merecerían ser seleccionados.
Aquellos relatos de pueblos perdidos
Probablemente la Internacional fue la más floja de las tres secciones competitivas de (o con) cortometraje. No porque no hubiera obras de fuste, sino porque costaba creer que los ocho cortos que la componían representaban lo mejor del cortometraje documental mundial. En cualquier caso, el Jurado se sintió especialmente atraído por las historias de comunidades cerradas, y en particular por los relatos populares que surgen en su seno. La bala de Sandoval de Jean-Jacques Martinod (Ecuador), Premio del Jurado ex – aequo, narra la historia de un hombre que fue dado por muerto después de una agresión mortal, pero que milagrosamente volvió a la vida. Eso sí, con un regalo del otro mundo: una bala alojada muy cerca del corazón, que si fuera extirpada le mataría de inmediato. Es, pues, un hombre que se mueve entre la vida y la muerte, y consecuentemente Martinod filma su entorno como una realidad inconsistente, una tierra poblada por cadáveres vivientes. Este precioso relato, espejo verídico de la cultura popular (de los personajes de Stevenson al mismísimo Iron Man), no se ve plenamente satisfecho por su propuesta visual: la reconstrucción de lo ocurrido a partir de imágenes en negro le confiere sus mejores momentos, pero las imágenes desvaídas y llenas de veladuras del pueblo se antojan algo vistas, dentro de un conjunto excesivamente alargado.
Ese alargamiento innecesario también aparece en Lantsky Papas moparuli sari de Elene Naveriani y Thomas Reichlin (Suiza), Mención Especial del Jurado. Y es el único defecto serio de esta propuesta sin duda estimulante, en la que sus responsables entrevistan a los mayores de un pueblo perdido, con planos frontales y elocuentes, sobre lo ocurrido realmente en 1945, cuando unos jóvenes robaron un buey a Papa Lantsky y al día siguiente dos de ellos aparecieron asesinados. A lo largo de las entrevistas descubrimos que nadie sabe exactamente lo que sucedió: Papa Lantsky se transforma así en un personaje legendario, un vecino en tiempos conocido que ha llegado a ser una especie de espíritu de los bosques. Lantsky Papas desgrana a la perfección cómo se construye la mítica de una comunidad, tejida a base de retazos, secretos y medias verdades.
Por contra, el otro Premio del Jurado correspondió a un título sin vocación mítica alguna: City of Children (UK), dirigido por la española Arantxa Hernández Barthe. Y mira por dónde los cortos más tradicionales de la competición Internacional (pienso también en el hermoso Dans l’oeil du chien de Laure Portier) eran también los más logrados. Porque, en efecto, City of children no puede ser más tradicional: un documental propio de la escuela social británica, sobre una urbanización devastada por décadas de sufrimiento económico, cuya acción se centra en los niños y adolescentes de menos que incierto futuro. Sí, lo hemos visto otras veces, pero no importa en absoluto, porque todo en City of children rezuma vitalidad expresiva: la descripción del entorno, la desesperanza tintada con notas de humor, el embrutecimiento generalizado (casi podría decirse que boxear es lo más civilizado que hacen los niños), o esa bellísima escena en la que se muestra el verdadero rostro de Billy Elliott. City of children es cine modesto, pero cine modesto con mayúsculas, y seguro que habrá ocasión para volver a ella.
Los pájaros nos han descubierto
Pasamos al Palmarés de Fugas, aunque en realidad, como hemos apuntado, no había línea divisoria alguna con la Sección Internacional. En esta sección las películas concursaban sin distinción alguna de metraje: algo que es muy de agradecer, sobre todo de cara al espectador. En lo que respecta a los cortos, dos de ellos obtuvieron la Mención Especial del Jurado.
El primero era extraordinariamente desigual: Krähen Schiessen de Christine Hürzeler (Suiza) rebosaba de buenas ideas, pero una vez más, el dichoso alargamiento del conjunto daba al traste con algunas de sus posibilidades. Sorprende que uno de los ganadores de Fugas sea casi un corto narrativo de terror, ya que Krähen cuenta, a partir de un guion de montaje bastante bien graduado y construido, cómo una mujer desaparece en un parque desde el punto de vista de los cuervos que habitan el lugar, contemplados con toda la carga ominosa con que suelen contemplarse. El parque, además, está filmado con una lograda atmósfera de romanticismo oscuro: es como si a Caspar David Friedrich le diera por rodar documentales en sus ratos libres.
La sombra de los pájaros hitchcockianos envuelve el corto de principio a fin, con un plano a la altura de su modelo: los cuervos esperando pacientemente, posados en un árbol nevado. El ambiente sonoro es opresivo, y emerge una idea realmente terrorífica: hay cámaras repartidas por el parque, pero los cuervos las descubren (les vemos desde el punto de vista de las cámaras), las observan atentamente y finalmente ¡las atacan!. Y aquí no solo pensamos en Hitchcock, sino en Peeping Tom. Todo, en fin, parece soberbio, pero la directora se enamora demasiado de sus imágenes y sus ideas: las reiteraciones, la falta de medida dramática, la excesiva insistencia en la belleza negra del paisaje, neutralizan en parte una propuesta que podía haber sido genial.
Menos novedosa es la otra Mención Especial del Jurado, Sombra luminosa (Portugal), ensayo de Francisco Queimadela y Mariana Caló de carácter netamente antropológico. De nuevo la premisa es de lo más sugestiva: se trata de indagar en los orígenes del cuerpo humano a partir de la representación del mismo en el arte de culturas ancestrales, y poner este en relación con el cuerpo humano actual para reflexionar sobre su esencia. Los primeros compases del corto son magníficos, y hay una secuencia excepcional a base de fotografías: sobre los rostros de personas de los últimos siglos se superponen rostros de culturas atávicas, y esa superposición resulta reveladora, hermanadora. Sin embargo, vuelve a hacer acto de presencia el exceso: de metraje, de pretensiones, de autoenamoramiento del material.
Un breve comentario a algunas Fugas que no figuraban en el Palmarés: The common space de Raphaëlle Bezin es un intrigante juego entre la Roma cinéfila y la Roma real que ya tuvo su propia reseña en Cortosfera; Walled unwalled de Lawrence Abu Habdan (Alemania) es un estremecedor testimonio sobre la capacidad actual de los sonidos para atravesar la materia, y por tanto, para desafiar los límites legales de la seguridad y la privacidad a través de prácticas policiales y militares; y por último, con franqueza, me cuesta entender que hacía no ya en Fugas, sino en DocumentaMadrid una propuesta como Le discours d’acceptation glorieux de Nicolas Chauvin (Francia), especie de Monty Python galo que arremete contra el responsable de la existencia de la palabra ‘chauvinismo’, porque se trata de una ficción en toda regla (y no vale recurrir al Culloden de Peter Watkins, que este sí, jugaba con las hechuras del documental).
La entrada DocumentaMadrid (y II). Internacional y Fugas se publicó primero en Cortosfera.