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Posted by - Latinos MediaSyndication -
on - June 11, 2023 -
Filed in - Noticias -
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De todos es sabido que la Sección Oficial de Cannes, en lo que se refiere a cortometrajes, no es necesariamente la competición más estimulante de las que se ofrecen durante el festival. Pero no por ello deja de tener su peso y su interés. La cosecha de este año mejoró la media de las anteriores ediciones y mostró un conjunto verdaderamente ecléctico en todos los sentidos: tonos, géneros, miradas, estilos y, por supuesto, resultados.
El griego Vasilis Kekatos recibió la Palma de Oro por The distance between us and the sky (Grecia, Francia, 2019) y también se hizo con la Queer Palm. A tenor de esta, su última obra hasta el momento, no hay que negar que estamos ante un cineasta personal y con cosas que contar, con un firme dominio de los diálogos y las interpretaciones. En The distance… se la juega todo a una conversación aparentemente casual entre dos jóvenes que se encuentran una noche en una gasolinera. Entre ellos se entabla un juego de flirteo, insinuaciones, desinterés y deseo que avanza a medida que la cámara se acerca más. más a sus rostros, hasta desembocar en un poético y muy plástico plano final.
No es para nada un mal corto, aunque en ciertos momentos se me queda un poco pequeño; pero es verdad que Kekatos nunca ha pretendido hacer que el corto crezca ni se desparrame, y ha buscado en todo momento ir a lo mínimo, forzando al espectador a participar de este juego de diálogos punzantes y esquivos, que remiten, salvando las distancias, a los efectos retóricos de la galantería en las novelas del siglo XVII. Resulta quizás por eso más atractivo y sorprendente su anterior trabajo, The silence of a dying fish (Grecia, Francia, 2018), con el que llamó la atención en Locarno y que terminó por imponerse en la pasada edición de Zinebi.
Así, resulta más impactante y arriesgado el trabajo distinguido con la Mención Especial del Jurado, Monstruo Dios (Agustina San Martín. Argentina, 2019), donde la creación de un atmósfera lynchiana y algunos ecos de Carpenter, transforman este ejercicio de horror en un film pretendidamente esquivo, insano e inquietante. Son también pocos los elementos que San Martín pone en uso, y su extraña combinación va cimentando ese tono crepuscular y tenso, en el que siempre parece que está a punto de pasar algo, pero nunca sabemos el qué, por qué ni cuándo. Vale que no es la primera vez que se utiliza esta estrategia, pero tras la velada historia de un pueblo en el que desaparecen los niños cuando la sirena de la planta eléctrica suena, como si fueran insectos ocultos debajo de una piedra, laten historias, miedos, sugerencias y metáforas que cada espectador es libre de proyectar.
Entre lo más estimable de este año también se pueden citar tres ficciones, The van (Erenik Bequiri. Francia, Albania, 2019), Ingen lyssnar (Elin Overgaard. Suecia, 2019) y All inclusive (Teemu Nikki. Finlandia, 2019), aunque las tres comparten cierta irregularidad. En el primer caso nos encontramos con un duro drama del Este de Europa que refleja la explotación y el embrutecimiento al que se someten algunas personas al ponerse en manos de las mafias para buscarse la vida y la manera de emigrar. En este caso, un chico albanés que quiere irse a Alemania con su padre, y que para financiar el viaje participa en peleas ilegales que se desarrollan en el interior una furgoneta en movimiento y casi a oscuras. La idea es impactante y revulsiva, y la progresión del personaje, transmitida en una cara cada vez más llena de golpes, funciona, valga la similitud, como un auténtico puñetazo. Lástima que el guión no sea un poco más original en el resto del tratamiento de los personajes. Aún así es un film muy contundente.
La pareja de cortos escandinava se decantan por la variante de la tragicomedia nórdica, uno de los grandes fuertes de sus cinematografías, para lanzar sendas y caninas críticas a la modélica y educada hipocresía de sus clases medias. También comparten actriz, por cierto, Cecilia Milocco, quien también hizo un soberbio papel en el celebrado Skuggdjur, ganador del pasado festival de Aguilar de Campoo.
Ingen lyssnar introduce al espectador en un enorme lío vecinal: en una reunión en el ayuntamiento para conocer el destino de un grupo de niños emigrantes que la comunidad va a acoger, aunque no parece que nadie esté demasiado a favor del tema, más allá de la alcaldesa que preside la reunión. Entre medio de la bronca, ella trata de exponer la razones humanitarias y las fórmulas que la comunidad va adoptar para afrontar la nueva situación, pero todo deriva en una asamblea totalmente caótica donde la templanza, serenidad y compostura características del país no aparecen ni por asomo. Prácticamente el profesor del colegio, al que seguimos desde el principio de este laberinto, es la única persona dispuesta a dar algo de ejemplo, pero, claro, sus considerados modos cívicos se estrellan contra el muro de gritos, interrupciones, repeticiones y crispación que se levanta en el ambiente. El principal problema del film es que el espectador a veces sucumbe al caos inherente y pierde pie de lo que está sucediendo; cuesta seguir un poco el conflicto. Pero al mismo tiempo, la gran virtud de su directora es la de haber sabido construir esa atmósfera anárquica en la que todos hablan a la vez sin llegar a definir apenas a los personajes; algo muy parecido a asistir a una bullonera reunión de vecinos o de un AMPA.
Por su lado, un poco más flojo es All inclusive (no confundir con el exitoso documental de Corina Schweingruber del pasado año), aunque sus momentos de brillantez y su buena futura técnica bien justifican su visionado. Es la historia de un hombre medio, gris, apocado. Es el blanco de los abusones del cole, pero ya con 40 años. Se ríen de él en casa, en el trabajo, sus vecinos, los que pasan en coche a su lado… Hasta que un día adquiere el poder de doblegar la voluntad de todos los demás e hacer todo lo que él ordene. Y como no podía ser menos, se convierte en un tirano vengativo y cruel… Todo esto tratado con el típico distanciamiento finlandés no poco deudor de Kaurismaki. Es divertido en terminas generales, y cuando es cruel es implacable; pero sin embargo no termina de ser una pieza del todo redonda, aunque sí memorable y original, que apunta a nuestros más más bajos instintos.
L’heure de l’ours, de la francesa Agnes Patron, fue el único corto de animación de la competición y ya de por sí debe ser un reconocimiento a esta más que prometedora cineasta formada en la École Nationale Supérieure des Arts Décoratifs (EnsAD). Su último trabajo supone un salto adelante, sobre todo en rigor estético y técnico, frente a sus tres anteriores obras (La valse du pendu, La veuve Caillou y Chulyen, histoire de corbeau), e incide en la creación de un universo tenebroso y enfermizo, en la mejor línea de los cuentos góticos. Sin embargo, en L’heure de l’ours estiliza más su dibujo y se desliza más a territorios oníricos y pesadillescos, menos narrativos y algo más surrealistas, jugando con los ritmos y las rimas, los loops y las variaciones. El resultado es su mejor trabajo hasta la fecha… y promete mucho más en el futuro.
La entrada Cannes. Sección Oficial se publicó primero en Cortosfera.